París-Santiago
Un camino de polifonía medieval

París-Santiago

 

Programa….

    I
    Perotín (ca.1160-ca.1230)
    Beata viscera Mariae virginis (conductus monofónico)
    Viderunt omnes (organum cuadruplum)

    Códice de Montpellier (s. XIII)
    Alle psallite cum luya (motete)

    Liber Sancti Iacobi – Códex Calixtinus (s. XII)
    Gratulantes (conductus) M. Goslenus, Ob. de Soissons
    Vox nostra resonet (organum) M. Iohannis Legalis
    Congaudeant catholici (conductus) N. Alberto de París

    II
    Liber Sancti Iacobi – Códex Calixtinus (s. XII)
    Regi Perennis (organum) M. Gauterius de Castello Rainardi
    Dum Paterfamilias (himno) M. Goslenus, ob. de Soissons
    Rex inmense (kyrie tropado) Fulberto de Chartres

    Códice de Montpellier (s. XIII)
    Amor potest/Ad amorem/Tenor (motete)

    Perotin (ca.1160-ca.1230)
    Sederunt principes (organum cuadruplum)
    Alleluia nativitas (organum triplum)

 

 

 

Notas al programa….

Sobre la escuela de Notre-Dame

C

orría el año 1198 cuando a oídos del legado papal Pierre de Capuano llegaron las noticias de ciertos desmanes que se cometían en la principal iglesia de París. A instancias suyas el arzobispo de la ciudad, Eudes de Sully, emitió un decreto intentando regular determinadas prácticas. En dicho documento se hacía mención de cosas variopintas, todas ellas relacionadas con el buen –o mal– funcionamiento de determinados oficios litúrgicos dentro de la catedral parisiense, a la sazón todavía en obras. En el escrito se ponía coto a determinadas prácticas, poco edificantes ciertamente, que tenían lugar en el recinto sacro el día de la Circuncisión, fiesta que coincidía con el inicio del calendario civil. Y es que de vez en cuando había que dejar a la imaginación volar y convertir la liturgia –que ha tenido siempre algo de teatral– en algo desenfadado: una parodia de la sociedad con personajes mitad locos mitad vagabundos, mitad irreverentes mitad sarcásticos, en fin subdiáconos ellos, que aprovechaban ésta su fiesta para encargarse del culto solemne de la institución. Y, claro está, convertían el sacrifico en un torpe –pero imaginativo– remedo de vicios, costumbres malsanas y espectáculos grotescos integrados todos ellos en la estructura común de las liturgias del día. Así se celebraba la elección del “papa de los locos”, el personaje más pintoresco de toda la caterva, entronizado, investido con los atributos correspondientes –mitra y báculo– y así, con todos sus arreos subido a lomos de un asno que le procesionaba por todo el recinto. Con esta especie de imitación de la entrada de Cristo en Jerusalén –pero en un tono irreverente– Quasimodo, el jorobado de Notre-Dame, pudo en algún momento deleitarse mientras contemplaba desde lo alto de su atalaya catedralicia una escena parecida narrada magistralmente por Víctor Hugo en el primer capítulo de su conocida novela Notre-Dame de París.

Sí; y es que “París bien vale una misa” –y más en su catedral– y aunque el contrahecho protagonista nunca pudiera presenciar una liturgia como las descritas por el obispo Eudes, lo que sí es cierto es que las prácticas musicales de la catedral estuvieron en la vanguardia durante muchos siglos. Pero lo que le dio justa fama y mereció por ello que la musicología adoptara para este periodo el nombre de la propia iglesia parisina fueron sus producciones literarias y musicales de los años comprendidos entre 1163 y 1245. La primera data coincide con la colocación de la primera piedra del edificio que hoy conocemos gracias a los buenos oficios del obispo Mauricio de Sully (1160-1195), llamado a sustituir a una primitiva iglesia dedicada a san Esteban –más adelante en el fragor de las obras se encontrarían “milagrosamente” los restos del protomártir– y la última coincide con el final de la edificación de la torre norte (1245). La consagración del altar mayor tendría lugar el 19 de mayo de 1182 y es muy posible que en su ceremonia de consagración ya se cantase una obra compuesta a tal efecto: el responsorio polifónico Terribilis est. Aquí la historia de la música se ha servido de las fechas de construcción de un inmueble para levantar su propio “edificio sonoro”: la Escuela de Notre-Dame. De aquella primera época de construcción tenemos constancia del trabajo de Alberto, quizás el mismo personaje que aparece en el Codex Calixtinus o Liber Sancti Jacobi como autor del Congaudeant Catholici, la obra polifónica a tres voces reales más antigua de la historia de la música occidental y que podremos escuchar en el presente concierto. El Liber Sancti Jacobi o Codex Calixtinus, manuscrito vinculado a Santiago, a su culto y a la peregrinación a la tumba del apóstol, nos ha llegado en distintas redacciones de las cuáles la más completa es el ejemplar conocido como el Jacobus. Custodiado desde hace siglos en la catedral compostelana, este códice elaborado hacia 1163 contiene todo lo necesario para rendir culto al menor de los hijos del Zebedeo. En su redacción actual consta de 5 libros de los cuáles el primero de ellos tiene un carácter marcadamente litúrgico-musical, siendo el Jacobus el único ejemplar que nos transmite los formularios monódicos completos para una reconstrucción total de la liturgia del apóstol. Sus colecciones de cantos de la Misa y del Oficio se ven enriquecidas con las aportaciones más novedosas de la época: tropos, secuencias y prósulas se intercalan entre las piezas de tradición gregoriana para enriquecer y solemnizar el conjunto como convenía en el culto a un santo de semejante importancia. Al final del libro Vº aparecen en apéndice veintidós piezas polifónicas que constituyen uno de los más interesantes legados de música a varias voces anterior a la aparición de la Escuela de Notre-Dame, algunas de las cuáles podremos escuchar hoy. La práctica musical es avalada por la presencia del tratado de organum –palabra sinónimo de polifonía– conocido como Tratado de Organum Vaticano (1170-1180), que codificó perfectamente los avances musicales parisinos de la época con abundancia de ejemplos.