By the Dawn’s Early Light
Música americana del s.XX

By the Dawn’s Early Light

 

Programa….

Samuel Barber (1910-1981)
Four songs, Op 13

    nº 1, A Nun Takes the Veil
    nº 2, The Secrets of the Old
    nº 3, Sure on this shining night

Three songs, Op.2

    nº 2, With rue my heart is laden
    nº 3, Bessie Bobtail

 

Amy Beach (1867-1944)
Three Shakespeare Songs, op. 37

    O Mistress Mine
    Take, o take those lips away
    Fairy Lullaby

 
Leonard Bernstein (1918-1990)
Two Love Songs

    Extinguish my eyes…
    When my soul touches yours…

Piccola Serenata

 
Charles Ives (1874-1954)
Seleção de canções retiradas de 114 Songs:

    The Cage
    Memories: Very Pleasant
    Rather Sad
    Two Little Flowers
    Charlie Rutlage

 
Erich Korngold (1897-1957)
Four Shakespeare Songs, op. 31

    Desdemona’s song
    Under the Greenwood Tree
    Blow, Blow, Thou Winter Wind
    When Birds Do Sing

 

Notas al programa….

 
En las primeras luces del amanecer
 
Samuel Barber (Pensilvania, 1910-Nueva York, 1981)

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n su obra, principalmente compuesta por música orquestal y cámara, predomina un lenguaje disonante sin abandonar el ámbito tonal, llegando incluso a la politonalidad. Exploró mediante sus composiciones los diferentes géneros, desarrolla en su obra un lenguaje musical expresivo y lírico, y aunque no estaba interesado en incorporar técnicas de vanguardia en muy pocas ocasiones utilizó el cromatismo o se acercó a la atonalidad.

A pesar de haber nacido en la época de las vanguardias, compuso gran parte de su obra esencialmente en el marco de la tonalidad, siendo su mayor objetivo el poder construir melodías atractivas. Así, su obra es en gran parte exuberantemente melódica, y entre sus últimos trabajos encontramos un uso magistral de la percusión, con una notable influencia de la obra de Stravinsky, así como de un mayor vanguardismo. Aunque hacia la década de 1940 exploró otras maneras radicales de articular sonidos como el dodecafonismo o el jazz, abandonó rápidamente esas técnicas para consolidar el que sería su sonido, que sería catalogado como neo romántico.

Junto con otros grandes compositores del siglo XX que siguen esta línea estética, como Puccini (1828-1924) o Rachmaninoff (1873-1943), Barber es considerado como uno de los últimos románticos, quienes en la época ignoraron aquellos nuevos lenguajes musicales para defender y asentar una sonoridad de marcada naturaleza decimonónica. Conoció la fama en su juventud gracias al apoyo del director italiano Arturo Toscanini (1867-1957).

Su Op 13, Four songs, o Four Pieces for Orchestra, escrita entre 1937 y 1938, presenta una textura de melodía vocal y acompañamiento de piano, y en ella contemplamos una melodía simple con un acompañamiento que aporta un timbre tanto de luz como de oscuridad, apreciando los dotes melódicos y armónicos del compositor. El texto, como indica el título, se conforma por cuatro poemas de temática diferente, cuyos autores son, entre otros, James Agee.

La obra se convirtió en la más popular de Barber, siendo la misma utilizada como repertorio principal por profesores de canto para enseñar la producción de una línea vocal larga y ligera. Dada su popularidad, treinta años más tarde el compositor hizo un arreglo de esta obra para coro y orquesta.

Amy Beach (New Hampshire, 1867-Nueva York, 1944)

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ue una de las primeras compositoras estadounidenses, y llegaría a ser la vicepresidenta de la Sociedad Americana de Mujeres Compositoras en 1925. Niña prodigio, oído absoluto y sinestésica, desde su primera y muy temprana infancia mostraría gran talento, facilidad y entusiasmo para la actividad musical de la interpretación del piano, así como de la composición, aún proviniendo de una humilde familia, la cual siempre estuvo rodeada de influencias musicales, siendo su madre una excelente intérprete del mismo instrumento. Aunque de formación esencialmente autodidacta, en su adolescencia comenzaría a recibir clases de armonía y contrapunto de la mano de Junios W. Hill, y lecciones de piano de Ernst Perabo y Carl Baermann. A pesar de todo, a Beach le gustaba experimentar con su música y prefería crearla antes que seguir los pasos de los demás.

Sus principales influencias corresponden a la tradición musical europea del Barroco y el Clasicismo, con los esenciales Haendel, Mozart, Mendelssohn o Chopin. Aunque mostraba gran aprecio por Bach, su mayor referente sería Beethoven, lo cual sería notorio en sus composiciones, que presentan un carácter apoyado especialmente e la tradición clásica-romántica, llegando incluso a apreciar la influencia de Wagner, pero también de los franceses Liszt, incluso de los impresionistas Debussy y Ravel.

Entre 1883 y 1885 (mismo año en el que contrajo matrimonio) fue una intérprete de prestigio, pues llegó a tocar con orquestas bajo la dirección de Adolf Nuendorff, y otras como la Orquesta Sinfónica de Boston. A pesar del control de su cónyuge, el cirujano Henry Harris Aubrey Beach, por su actividad interpretativa (le gustaba verla trabajar en la sombra, no exponerla, como indica la intérprete Mariló Gutiérrez), el mismo le animó finalmente a componer su propia música, llegado a crear una obra en la que encontramos música de cámara, coral, cantatas y música de iglesia, siendo su primer gran éxito la Misa en Mi bemol mayor, muy bien recibida por el público y la crítica. A esta gran obra le seguirían otras como la Sinfonía Gaélica, influida por la importante tradición de la comunidad irlandesa presente en Boston, donde fue compuesta. Hasta 1932 no escribiría su primera ópera en un acto, Cabildo. Así, compuso hasta 150 obras, desde música de cámara orquestal hasta música sacra y canciones, la mayoría publicadas e interpretadas durante su vida. Su música fue encargada e interpretada en todo Estados Unidos.

Tras la muerte de su marido y la de su madre, Amy Beach se permitiría la fama internacional y su obra sería aún más prófuga, alcanzando el mayor auge en su actividad como intérprete y compositora. Realiza giras de conciertos en Europa, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando decide volver a Estados Unidos, asentándose en Nueva York, donde permanecerá hasta el fin de sus días. No será hasta 1990 que su obra sería recuperada y se valoró el coraje de esta compositora que se desarrolló en un ámbito mayormente dominado por los hombres.

Leonard Bernstein (Massachusetts, 1918-Nueva York, 1990)

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ientras los compositores de tradición europea centraron su composición en técnicas cuyo objetivo era innovar en la música culta y romper con la tradición neoclásica previa, en Estados Unidos hay una mayor y fuerte presencia de la música popular. Especialmente en la década de los Años 20 se consolida una generación de músicos que buscan crear una música norteamericana. Se buscaba una música de carácter universal con un enfoque influido por el estilo neoclásico. Así, durante la primera mitad de siglo, con la llegada Gran Depresión, los músicos y compositores adquieren un fuerte compromiso social.

Leonard Bernstein fue una de las figuras características en la cultura musical universal, fue director de orquesta, compositor, pianista y pedagogo musical. Hablamos, probablemente, del director de orquesta más famoso en los Estados Unidos durante muchos años, debido a su larga permanencia como director titular de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, desde 1944, y como director titular desde 1958 hasta 1969.

De su producción musical podemos destacar tres sinfonías, dos óperas, una misa, cinco musicales, y muchas otras piezas, y de entre los diversos estilos que siguió destacan la la atonalidad, el dodecafonismo, y el jazz, entre otros.

En 1935 comienza sus estudios con Walter Piston Universidad de Harvard, y más tarde, en 1940, comenzó a estudiar en el instituto de verano de la Orquesta Sinfónica de Boston, en Tanglewood, con el director de orquesta Serge Koussevitzky. Bernstein se hizo después asistente de dirección del mismo, a quien más tarde le dedicaría su Sinfonía n.º 2 a Koussevitzky. Fue nombrado director sustituto de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Tuvo un éxito inmediato y se hizo famoso puesto que el concierto se retransmitió a todo el país con la interpretación solista del violonchelista Joseph Schuster, que interpretó Don Quijote, de Richard Strauss. Después de la Segunda Guerra Mundial, la carrera de Bernstein empezó a desarrollarse internacionalmente. En 1949 dirigió el estreno mundial de la Sinfonía Turangalila, de Olivier Messiaen. Como es sabido, se convirtió en una figura muy conocida en los Estados Unidos por una serie de cincuenta y tres programas titulado Conciertos para jóvenes, que se televisaron a través de la CBS, en la que comentaba las obras que después interpretaba. Hasta hoy, estos conciertos se mantienen como el programa de música clásica que más ha durado en una televisión comercial, emitiéndose entre 1958 y 1972. Destacaría así por una serie de conferencias a las que llamó The Unanswered Question (La pregunta sin respuesta), tomando el título de una obra de Charles Ives, para las que fue convocado a realizar en 1973 para la Charles Eliot Norton Chair de la Universidad de Harvard, en las que presentó un análisis integral de la evolución de la música clásica occidental hasta ese momento.

Dentro del género operístico, dirigió el estreno estadounidense de Peter Grimes (1946). En La Scala de Milán dirigió a Maria Callas en Medea, de Cherubini, y La sonnambula, de Bellini. También dirigió Tristán e Isolda en Múnich. En 1966 debutó en la Ópera estatal de Viena dirigiendo Falstaff, de Verdi, con producción de Luchino Visconti y Dietrich Fischer-Dieskau como Falstaff. En 1970 volvió a esa ópera para la producción que hizo Otto Schenk de la ópera de Beethoven Fidelio. En ese mismo año, Bernstein dirigió en muchas ocasiones a la Orquesta Filarmónica de Viena, y con esta orquesta grabó muchas de las obras que ya había registrado antes con la Filarmónica de Nueva York, entre ellas la grabación integral de las sinfonías de Beethoven, Mahler, Brahms y Schumann.

Compuestas sobre el texto poético de Rainer Maria Rilke (1875-1926) ambas presentan como tema la exaltación amorosa, aunque son dos piezas muy diferentes entre sí. Un brillante y virtuoso acompañamiento pianístico está presente ambas piezas, así como una línea melódica vocal que permite a la cantante pueda lucirse a través de unas maravillosas melodías.

Charles Ives (Danbury, 1874-Nueva York, 1954)

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ijo del director de banda del Ejército de los Estados Unidos durante la Guerra Civil estadounidense, una experiencia significativa para Charles durante su infancia fue asistir a las festividades locales, en las que por las calles de su ciudad la banda de su padre y otras bandas tocaban simultáneamente, hecho recogido en su composición Three Places in New England, entre otras.

Como sucedió con Héctor Berlioz, Ives tenía una fascinación por la música al aire libre y por la instrumentación. Las tentativas de fundir estos dos pilares musicales por parte de su padre, junto a su devoción por Beethoven, fijarían la dirección de su vida musical. Las únicas lecciones musicales que recibió por parte del mismo también tuvieron una gran importancia. George Ives tenía una visión muy abierta respecto de la teoría musical, y animaba a su hijo a experimentar en armonizaciones bitonales y politonales. Charles podía cantar una melodía en una tonalidad, mientras su padre lo acompañaba en otra. A los catorce años llegó a ser organista de iglesia, donde permanecería hasta 1906, y escribió varios himnos y canciones para los servicios eclesiales, entre ellos sus Variations on «America» (Variaciones sobre «America»). En 1894 comenzó a estudiar en la Universidad de Yale con Horatio Parker, donde compuso en un estilo coral semejante al de su maestro.

Dotado pianista, Ives publicó una gran colección de sus piezas, muchas de las cuales tenían partes pianísticas que recogen varios de los movimientos modernistas como la bitonalidad y la pantonalidad, que se iniciaban en Europa. Era capaz de improvisar en una gran variedad de estilos, incluyendo los que entonces eran nuevos. Aunque ahora es más conocido por su música orquestal, compuso dos cuartetos de cuerda y varias obras de música de cámara.

La trayectoria de Ives en el género sinfónico ha quedado plasmada en cinco obras, de la cuales cuatro son sinfonías numeradas, junto con la Sinfonía del Universo, con complejos ritmos cruzados, difíciles capas de disonancias y combinaciones inusuales de instrumento, que quedó inacabada pese a dos décadas de trabajo. Educado en Yale, su Sinfonía n.º 1 muestra su acogimiento a las fórmulas académicas requeridas para escribir en forma sonata a fines del siglo XIX, así como un fulgor iconoclasta, con un segundo tema que implica un dirección armónica distinta. Así, Charles Ives llegaría a ser considerado como uno de los «American Originals», un compositor que adoptó un estilo americano único, con tonadas folclóricas estadounidenses tejidas a largo de toda su obra, y una inquieta búsqueda de posibilidades musicales.

El idioma de Ives, como el de Mahler, emplea líneas melódicas bastante independientes, y se considera difícil de tocar debido a que muchas de las señales para los intérpretes no están presentes. El afán por los extremos es frecuente en su música, presentando el fragor y disonancia machacadoras con la quietud lírica, y conducido en una relación de secciones que se van deslizando dentro y fuera de sí unas con otras.

Ives estuvo interesado por la recepción del público, pero en sus propios términos, siendo conocido su famoso comentario «¡Usen sus oídos como hombres (o adultos)!» (use your ears like men!), que parecía indicar que no se preocupaba por la recepción de su música. Su obra fue ignorada durante su vida, y muchas de sus composiciones no se interpretaron durante muchos años debido a su tendencia a la experimentación, junto con un uso cada vez mayor de la disonancia, los cuales no fueron bien aceptados en el ambiente musical de su época. Dificultades técnicas como las complejidades rítmicas en sus principales obras orquestales las convirtieron en desafíos intimidantes para los intérpretes, incluso décadas después de haber sido compuestas.

Entre los tempranos partidarios de su música estuvieron Henry Cowell y Elliott Carter. Invitado por Cowell a participar en su periódico New Music, un substancial número de partituras de Ives fueron publicadas en el diario, pero durante alrededor de 40 años tuvo pocas interpretaciones. Lou Harrison, un fiel admirador de su música, comenzó a editarla y a promoverla, y así empezó a levantarse un poco por los años 1940. Harrison dirigió muy notablemente el estreno de la Sinfonía n.º 3 (1904) en 1946, obra por la que Ives obtendría el Premio Pulitzer un año más tarde. Por esta época, Ives también fue promovido por Bernard Herrmann que trabajaba entonces como director en la CBS, y que en 1940 se convirtió en el director principal de la Orquesta Sinfónica de la cadena. Durante su presencia en la misma, Hermann fue un importante defensor de la obra compositiva de Charles Ives.

Ives fue alabado por Arnold Schoenberg, quien lo consideró un monumento a la integridad artística, y por la Escuela de Nueva York de William Schuman. En el presente, su obra es regularmente programada en Europa, principalmente gracias a Michael Tilson Thomas, entusiasta exponente de sus sinfonías, como lo es el musicólogo Jan Swafford. Al mismo tiempo, mucha gente aún encuentra su música rimbombante y pomposa, así como sorprendentemente, tímida debido a que el sonido fundamental de la música tradicional europea aún está presente en sus obras. Así, el que fuera una vez su partidario, Elliott Carter, ha considerado a la obra de Ives incompleta.

En noviembre de 1894, la muerte de su padre significó un duro golpe para el compositor. Más tarde, en 1907 sufrió el primero de varios «ataques cardiacos», que podrían haber sido más de origen psicológico que físico. Al recuperarse, entró en uno de los periodos más creativos de su vida como compositor. Después de casarse con Harmony Twitchell en 1908 se trasladaron a su propio apartamento en Nueva York. Tuvo un notable éxito en su carrera como asegurador, y continuó siendo un prolífico compositor hasta que sufrió otro de sus varios ataques al corazón en 1918, después del cual compuso muy poco, escribiendo su última obra, la canción Sunrise, en agosto de 1926.

A inicios de 1927, Ives declaraba que ya no podía componer más, «ya nada me suena bien». Ha habido numerosas y avanzadas teorías para comprender el silencio de sus últimos años, que parecen tan misteriosos como las últimas décadas del finlandés Jean Sibelius, quien también dejó de componer alrededor del mismo tiempo. Si bien Ives dejó de componer y se vio cada vez más afectado por sus problemas de salud, continuó revisando y refinando sus obras anteriores, además de planificar los estrenos de su música. Con el avance de sus problemas de salud, en 1930 se retiró de su negocio de seguros. Eso le dio más tiempo para dedicarse a su obra, pero no fue capaz de componer nuevas músicas. Durantes los años 40 revisó su Sonata Concord, publicándola junto al volumen de prosas, Essays Before a Sonata en 1947.

En 1922, Ives publicó sus 114 Songs que reflejan toda la amplitud de su obra como compositor, con canciones artísticas, otras que compuso durante su adolescencia y juventud, y canciones muy disonantes como The Majority. Estas obras para voz y piano varían desde baladas hasta sátiras, himnos, canciones de protesta y canciones románticas. En cuanto a la técnica, varían desde las muy complejas (por ejemplo, con grupos de tonos, politonalidad y atonalidad) hasta las más sencillas y directas.

Erich Korngold (Brno, 1897-Los Ángeles,1957)

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acido en el Imperio austrohúngaro lo que hoy es conocido como República Checa, en el seno de una familia judía, y fallecido en los Estados Unidos, destaca desde edad temprana por sus composiciones (así lo vieron Gustav Mahler, Richard Strauss y Bruno Walter); con tan solo once años estrenará en el Teatro Imperial su primera obra. Más tarde presentaría la obertura Schauspiel, de la que su maestro Alexander von Zemlinsky no podía creer que hubiese orquestado solo, a sus 14 años. Ya antes de la Primera Guerra Mundial apareció publicado en un periódico vienés una estatua del compositor cubriendo todo el frontis de la Ópera de Viena. Su padre Julius Korngold, fue uno de los críticos más importantes de su tiempo, quien le enseñó lo básico de la música en la comodidad del hogar. Cuando tenía cinco años podía tocar el piano con su padre para arreglos a cuatro manos y reproducir en el piano cualquier melodía que escuchase. Su madre solía decir: «Erich siempre tocó el piano», nadie sabe con exactitud cuando se le descubrió su genialidad, pero es sin duda el niño prodigio más interesante de la historia, pues además su estilo musical pareciera haberse formado desde el útero y no cambió nunca en toda su vida. A la edad de siete años empezó a componer música.

Fue llamado por Hollywood para dar a las producciones la reputación que representaban sus composiciones y el prestigio que aportaba la música tardo romántica. Su regreso a Viena fue una de las experiencias que más decepción le supondría, pues en plena era de «nueva música» y música electrónica, sus obras eran rechazadas por románticas, como sucedió con su única sinfonía. Sin embargo, Korngold, junto a Max Steiner, sería uno de los padres de la composición musical cinematográfica en Hollywood, pero se diferenciaba de este en diversos aspectos. Mientras que Steiner pertenecía a los compositores que podrían encasillarse dentro de una música enmarcadora, Korngold fue el precursor de una música con entidad propia, donde se establecía un vínculo de unión con las imágenes creando un nuevo significado.

Con respecto a la obra que oiremos, ya en su infancia, Korngold adoraba a Shakespeare. Gozó de un gran reconocimiento por su composición para Mucho ruido y pocas nueces (1918-19); dado su don natural para relacionar música y drama, así como su notable ingenio, no podría haber habido un tema mejor para él. Su primer trabajo para Hollywood fue el arreglo de la obra de Mendelssohn para la ambiciosa película de Max Reinhardt, El sueño de una noche de verano (1934-5), proyecto que lo llevó a Estados Unidos y lo trajo a Warner Brothers, cuya buena fortuna finalmente salvó al compositor judío y a su familia de morir en la Viena posterior al Anschluss. Y no fue coincidencia que algunas de sus mejores bandas sonoras fueran para películas ambientadas en la vieja Inglaterra, sin saber nada de la lengua inglesa ni de la cultura estadounidense. A través de su lenguaje continuista aportó estas cuatro canciones basadas en escenas de obras como Otelo, El rey Lear o Como gustéis, de William Shakespeare. Piezas que resultan interesantes en relación a la voz melódica con el piano y que en ocasiones quedan en el unísono, mientras que en otras existe sólo un acompañamiento casi metafórico, pues Korngold renuncia a escribir notas graves en el piano, por lo que la percepción de la armonía exige de mayor imaginación por parte del público.

Su sinfonismo musical ha influido en las generaciones posteriores de compositores cinematográficos, como John Williams, conocido como gran exponente de la influencia de Korngold, y su obra de concierto ha experimentado una gran revalidación en los últimos años, en parte también por la reedición de varias de sus óperas y la restauración de las películas en diversos formatos actuales.