El cuarteto clásico
Haydn & Mozart

El cuarteto clásico

 

Programa….

    I
    Wolfgang Amadeus Mozart (1756 1795)
    Cuarteto de cuerda nº 13 en re menor K. 173 (1773)

      Allegro moderato
      Andantino grazioso
      Menuetto
      Allegro moderato

     
    II
    Joseph Haydn (1732-1809)
    Cuarteto de cuerda nº 4 en re mayor op. 20 nº 4 (1773)

      Allegro di molto
      Un poco Adagio affettuoso
      Allegretto alla zingarese
      Presto scherzando

 

 

Notas al programa….

 
Haydn y Mozart,
el afortunado encuentro de dos genios

 

D

os clásicos por excelencia, y el cuarteto de cuerda, un género -junto a la sinfonía- que quedó sólidamente establecido durante el clasicismo vienés y, muy concretamente, en el corpus camerístico de dos compositores austriacos esenciales de este período: Haydn y Mozart. Ambos tuvieron el talento requerido para volcar en sus creaciones el impulso preciso que ayudó a consolidarlo, caracterizado por texturas claras, un desarrollo armónico más definido, y una distribución formal en cuatro movimientos de diverso carácter. La viola se añade al trío de cuerda formado por dos violines y un violonchelo. En su escritura a cuatro partes se busca un equilibrio armónico y sonoro, explorar combinaciones de textura y otorgar distintas funciones y voz propia a cada instrumento.

Nada surge de la nada. Así, la escuela vienesa bebe de antecedentes, influencias, tendencias dispersas imperantes de principios del siglo XVIII, de los estilos rococó, preclásico y galante, del Empfindsamkeit, el eclesiástico, el concertante y el teatral.

J. Haydn

Mi príncipe se hallaba satisfecho con mi trabajo; lo aplaudía; como director de una orquesta yo podía efectuar experimentos, podía observar lo que causaba impresión y lo que producía una resonancia débil, con lo que podía añadir, mejorar, cortar, asumir riesgos. Me hallaba aislado del mundo, nadie en mi proximidad me podía provocar inseguridad ni me podía atormentar, y yo no tuve más remedio que llegar a ser original.

Sin olvidar las importantes contribuciones de muchos compositores de insignes contemporáneos como Bocherini, Richter, Pleyel, y Brunetti, entre otros, desde Viena a Londres, pasando por Madrid y París, el personaje clave en la creación del cuarteto fue, sin lugar a dudas, F. J. Haydn. Y uno de sus máximos admiradores, el joven W. A. Mozart. En 1772 y 1773, años de composición de los dos cuartetos que ocupan este programa, Mozart tiene 17 años y Haydn, 40. Haydn, de producción prolífica y muy diversa, técnica impecable, dominio de la escritura, creatividad temática gozaba de buena posición como Kapellmeister de la corte de Esterhàzy y de reconocimiento internacional. Mozart seguía de cerca sus pasos, no podía ser de otra manera, pero su potencial iba más allá de la mera imitación. Y Haydn lo sabía. “Muchos amigos han elogiado mi genio, pero él (Mozart) es aún superior”, diría en alguna ocasión.

W. A. Mozart

Es un error pensar que la práctica de mi arte se ha vuelto fácil para mí. Le aseguro, querido amigo, nadie estudia tanto como yo.


 

Una década después, como prueba de admiración y esperando el beneplácito del veterano maestro, Mozart dedica una colección de seis cuartetos, el opus X, explícitamente “A mi querido amigo Haydn”, en respuesta a la colección de los Cuartetos “Rusos” , Op. 33 compuestos por Haydn en 1781 y que supuso la consolidación definitiva del género. Solo había un compositor capaz de igualar o superar este reto: Mozart. Al finalizar una velada musical en la que se interpretaron tres cuartetos de esta colección, Haydn, dirigiéndose a Leopold Mozart, confesó sobre su hijo: “Os lo digo delante de Dios y con honradez, su hijo es el más grande compositor que conozco, en persona y de nombre; no sólo tiene gusto sino un alto conocimiento de la composición”. Esta admiración mutua fue el origen de una verdadera amistad y sus obras maestras, una demostración de talento que enriquecen el patrimonio musical. Su contribución a la historia de la música define plenamente toda una época: el Clasicismo, la era de la Ilustración, siendo decisiva en el desarrollo del arte musical.

Como en toda música para cuarteto, en el Re menor, Kv. 173 de Mozart y en Re mayor, Op. 20/4 de Haydn, el lenguaje y la expresión quedan al desnudo, no hay artificios. Detrás del “sometimiento” a unas formas establecidas, al equilibrio, al temperamento moderado también se percibe cómo la imaginación sobrepasa los dominios de la razón y asoman la pasión y la subjetividad.

      Gracia Terrén Lalana